El poder es tener control sobre otra persona o sobre una determinada situación. El poder nos hace sentir poderosos, inmunes, como si fuésemos Superman; pero todo en esta vida tiene su kryptonita (verde).
Hablemos del poder en una relación. ¿Quién tiene el poder en una pareja? En una pareja "normal" es de esperar que ese poder lo tengan las dos personas implicadas. El amor no funcione si no es cosa de dos, ¿no? Pero, ¿qué pasa con esas relaciones donde uno quiere más que el otro, esas relaciones donde uno da más que el otro?
¿Quién tiene el poder?
Evidentemente, el poder lo tiene el que menos quiere, el que menos se preocupa. Y es que el amor nos vuelve tontos, subnormales, gilipollas, estúpidos (y un sinfín de adjetivos) que nos hace perder el control, que nos hace perder el poder. El bendito poder.
Es curioso, ¿no? Dicen que el amor nos da fuerza, vitalidad, PODER. Entonces, ¿por qué una persona que quiera menos tiene la sartén por el mango? Fácil. El que quiere más, está obnubilado por ese amor, por esos sentimientos que nos nublan los sentidos. Y el otro, el que siente menos, tiene la capacidad de ser racional, de no pensar tanto con el corazón y no dejarse llevar (en exceso) por el amor.
Lo malo del poder no es el poder en sí, sino la persona que lo tiene y su forma de usarlo. Por lo tanto, si tenemos el poder, que sea para usarlo manera adecuada. El poder nos pone, claro que nos pone. Por eso dejemos el poder para jugar en la cama y hacer realidad determinadas fantasías.
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