Vamos a empezar hablando claro: vivimos en una época en la que ser
sensible es una putada, de las gordas.
¿Alguna vez no ha sido
una putada ser sensible?
Alguien que lo es, se supone, vive todo con más intensidad, es más propenso a sufrir y acabar
estampado contra una pared por diversas desilusiones. La
sensibilidad, es definida por la RAE como: "propensión natural
del hombre a dejarse llevar de los afectos de compasión, humanidad y
ternura” o “capacidad de respuesta a muy pequeñas excitaciones,
estímulos o causas”... ¿De verdad no es una gran putada dejarse
afectar por esas pequeñas cosas? Sé que una persona que no es sensible,
bueno, vamos a decir que es más fría, nunca podrá entender que las
que lo sean, puedan sufrir por situaciones tan “ridículas” como: 1. se te muera un animal que acaba de llegar a tu casa o 2. llorar a moco tendido con una película (e, incluso, con una canción). No digo que alguien que no llore por esos motivos, u
otros, sea peor, ni mucho menos. Cada ser humano es diferente, con
sus cosas buenas y malas... Pero, la sensibilidad, en los tiempos que
corren, donde se supone que gana el más fuerte; donde te pisan para
poder ascender en la vida; donde si un hombre llora, ya es tachado de
marica o sensiblón, ¿no es agotador serlo? Y aquí viene la otra
putada, ser hombre y sensible. ¿Por qué esas dos cosas no pueden ir
de la mano? ¿Quién lo ha estipulado así?
Aunque
muchos lo puedan considerar una putada, ser sensible es de las
mejores cosas que hay. Creo que los sensibles ven el mundo con más
pasión, más dulzura, con esos ojos donde pueden ver la belleza en
algo tan nimio como puede ser una puesta de sol o ver la lluvia
golpear contra la ventana. Y sí, alguien que no sea tan sensible,
jamás lo entenderá, pero eso no quiere decir que esté mal. Durante
mucho tiempo la homosexualidad no fue entendida, ¿por eso es algo
negativo? ¡No! El amor nunca puede ser negativo. Y aquí volvemos a
lo de antes, una persona sensible lo ve así: el amor, del bueno,
siempre es positivo, bonito, alegre.
Sensible.
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