sábado, 29 de junio de 2013

"Si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo"

Porque en momentos en los que no sabes si lo mejor sea sacar a determinada persona de tu vida, te agarras a cualquier cosa, incluso a una frase, de un monólogo, de una película que ni siquiera has visto...
Y lo haces, sacas a esa persona de tu vida, no por nada, sino porque sientes que nunca podrá darte lo que tú quieres que te dé. Nadie tiene la culpa. Nadie manda en los sentimientos. Y por eso, te vas silencioso, sin hacer ruido, de la misma forma en que llegaste.

lunes, 24 de junio de 2013

Somos echar de menos a las personas que queremos

Dicen que si echas de menos a alguien es porque quieres a esa persona. Entonces, ¿echar de menos puede ser algo así como decir a ese alguien que lo quieres? Porque claro, no echas en falta a quien no quieres, ni a quien es indiferente en tu vida.

Dicen que cuando vives lejos de tu tierra, de tu familia y amigos, echar de menos se convierte en parte de ti, de lo que eres. Lo llevas en tu ADN. Somos huesos y músculos; somos carne y agua; somos sentimientos y raciocinio; “somos echar de menos a las personas que queremos”.

Yo echo de menos cada día de mi vida, echo de menos a mi familia y amigos; a mi perro; a mi tierra; el olor del mar y pisar la arena de la playa; extraño coger la guagua, que no el autobús; y escuchar decir “ños”.

Ahora vuelvo a Lanzarote todo el verano, y echaré de menos a la gente que se queda en Madrid, ellos saben quiénes son; echaré de menos el Templo de Debod y pasear por Gran Vía; echaré de menos, incluso, coger el metro; echaré de menos las noches de Madrid y sus edificios…

Porque echar de menos es una forma de estar vivo, de SENTIRNOS vivos. Y al final, te queda el consuelo de que siempre acabas volviendo a todas esas personas que extrañas, que necesitas, que echas de menos.



O no. Porque la parte mala de echar de menos a alguien, llega cuando esa otra persona no te extraña, no te necesita, no te echa de menos.

miércoles, 5 de junio de 2013

Ellos

Siempre discutíamos. Cada día nos insultábamos, nos peleábamos, y mamá nos tiraba las cholas porque estaba cansada de oírnos gritar. Muchas veces nos decía “no parecen hermanos” “ustedes no se quieren”. Nada más lejos de la realidad. Puede que hace años nos demostrábamos nuestro cariño así, con tirones de pelo, pellizcos y burlas. Puede que no tengamos casi nada en común, y que hablemos poco, pero sé que estás ahí. Escribo este cacho de texto como si lo fueras a leer, aunque no creo que lo hagas, pero me apetece escribirlo así… Como esas cartas que se escriben y sabes que nunca vas a enviar.

Los hermanos, cuando eres pequeño, es el mejor apoyo que puedes tener, y para más inri, yo tengo dos. Aunque el pequeño, que ya tiene 16 añazos, pero para mí siempre será el pequeño, nació cuando yo ya tenía 11 años y la diferencia de edad se nota… Pero con el mediano, que nos llevamos tres años y medio, sí he compartido muchas cosas… Y creo que nunca lo he dicho, pero a él es a la persona que más me costó decirle que era gay. Y cuando le conté la verdad, fue tan amor, tan maduro y cariñoso, que creí morir de amor.