viernes, 28 de marzo de 2014

Semilla

Hoy ha acabado una etapa de mi vida. Hoy han llegado al final mis prácticas en la Asociación Semilla. Han sido cinco meses de muchas emociones, de ver cosas preciosas y otras no tanto, de avanzar, de madurar, de seguir creyendo en la humanidad y, sobre todo, de ver la solidaridad a mi alrededor.

Trabajar con adolescentes ha sido más fácil de lo que pensaba. No ha sido un camino de rosas, pero tampoco ha sido un infierno, ni mucho menos. Estos jóvenes, que están perdidos, buscando algo a lo que aferrarse no buscan peleas ni ser malos ni enfrentarse a nadie. No más que ningún otro adolescente que viva con sus padres, en una casa con comodidades y con todas sus necesidades cubiertas. Porque en eso son iguales: jóvenes rebeldes, que se creen que lo saben todo y que pueden comerse el mundo sin dudar. Los chicos que vienen a Semilla, lejos de ser los típicos macarras o chonis que todos podrían pensar, son jóvenes con una gran necesidad de cariño, y eso es justamente lo que piden: un abrazo, un consejo, sentirse escuchados y valorados. Porque ya están, estoy y estamos cansados de ver como en esta sociedad prima lo malo sobre lo bueno; de ver como un error puede más que mil aciertos; de sentir que da igual lo bueno que hayas sido, que si cometes un maldito error, ya solo te juzgarán por eso. Y la vida es mucho más que eso, la vida es saber perdonar, saber avanzar, saber ver más allá de sus caras de enfado y de sus actitudes chulescas. Porque entonces, y solo entonces, podremos saber que buscan sentirse queridos, aceptados e integrados. Vamos, lo que buscas tú, yo y todos en esta sociedad.

Siempre me preguntan por qué he decidido estudiar Integración Social y siempre respondo lo mismo: durante mi infancia y adolescencia me sentí marginado, insultado y horrible por mi orientación sexual. No podía entender tanto odio por el simple hecho de querer a alguien de mi mismo sexo. ¿Qué mal había hecho? ¿Por qué me odiaban tanto? Y al sentirme así, me juré que, si podía, intentaría evitar que alguien más se sintiera así: un despojo. Por ello he estudiado Integración Social. Puede que peque de flipado, de querer cambiar el mundo o, simplemente, peque de ingenuo. No lo sé.

Sé que no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo cambiar MI mundo. Y con ello, ir avanzando y cambiar el mundo al completo. ¿Quién sabe? ¿Estoy soñando despierto? Puede ser. Pero si no soñamos, ¿qué nos queda?

Me quedo con esta postal que me hizo una de las adolescentes que va a Semilla, como despedida. Es de las cosas más bonitas que me han pasado nunca.

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