Ya he hablado sobre la primera cita y la segunda. Ahora toca escribir sobre el tiempo
que debemos dejar pasar entre ambas.
Supongamos que la primera ha ido bien, muy bien... Y las ganas de volver a quedar son grandes.
Tanto como las ganas de volver a darle un beso. Entonces, te planteas dos preguntas
fundamentales: "¿Debo dar el paso y proponer quedar?" y "¿Es muy pronto para hacerlo?".
Se supone que en temas de amor debemos dejarnos llevar por el corazón, pero también
sabemos que eso es peligroso. Además, es inevitable que pensemos y pensemos y pensemos
lo que será mejor para nosotros. Al fin y al cabo, no queremos dejar nada al azar.
Te preguntas mil veces las dos cuestiones de arriba; se las planteas a tus amigos; a tu madre;
incluso, a tu perro... Preguntas que, para bien o para mal, no tienen una respuesta única y acertada.
Puede que, en el fondo, sepamos que es bueno dejarnos llevar e ilusionarnos con esa
segunda cita. Una segunda cita que es más importante que la primera porque en la segunda
todo se confirma, todo se ve más claro, sin tantos nervios ni tensión... La segunda cita, en
definitiva, es ese momento en el que decides si todo vale la pena o no. Si vale la pena
arriesgar y tirarte a la piscina, aunque no sepas nadar.
Y, como en casi todas las preguntas sobre amor, no hay respuesta posible. El tiempo que debemos
dejar pasar entre la primera y la segunda cita depende de las ganas, de si la primera ha ido bien,
de dar el paso y proponerlo, de dejarse llevar...
Porque, al fin y al cabo, aunque nos asuste y nos paralice, el amor es dejarnos llevar.
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