Conocemos a alguien, decidimos quedar e, inmediatamente, ponemos en marcha esos pasos llenos de estrés, miedo y grandes expectativas.
Las primeras veces que quedas con alguien casi nunca está nada dejado al azar. Todo está calculado: los sitios; las horas, no es lo mismo quedar para almorzar que quedar para cenar; algunas conversaciones. ¿Dónde queda la sorpresa, la espontaneidad, la locura?
Cuando comenzamos a conocer a una persona queremos que todo vaya bien, y es normal querer planificarlo todo, pero no dejemos que esos pasos que ya están marcados nos guíen. Dejemos que esa persona nos sorprenda, dejemos que nosotros mismos podamos sorprendernos. Y vivamos esas primeras citas como lo que son: locura, ilusión, pero, sobre todo, sorpresas.
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