lunes, 2 de diciembre de 2013

El cuerpo

El otro día iba en el tren y escuché a una chica decir (trabajadora de una tienda de ropa muuuuuuuuuuuuuuy cara) que en su tienda habían despedido a una chica por haber engordado un poco. Yo me quedé con la boca abierta (sí, soy un cotilla y estuve atento a la conversación).

Que el mundo es superficial, lo sabemos; que todos lo somos, también. Vamos, sé que no queda bien decir que somos superficiales, pero es lo que hay. No digo que vivamos pendientes de nuestra imagen o que todo gire en torno a vernos genial físicamente (no todos), pero que nuestra sociedad está regida por una serie de cánones de belleza es tan real como que ustedes ahora están leyendo esta entrada.

¿Hasta que punto nos dejamos llevar por el físico? Supongo que, en gran medida, nos dejamos llevar por él. Nos calentamos por un cuerpo, de una cara, de una sonrisa... Evidentemente, antes del amor nace el deseo, y el deseo surge de la atracción física... Ya, el amor, si tiene que llegar, llegará cuando conozcamos mejor a esa persona y nos fijemos en algo más que en sus ojos y sus labios. Claro, si permitimos que el físico pase a un segundo plano.

Pero volviendo al tema que abre esta entrada, ¿de verdad es necesario estar delgada para trabajar en una tienda de ropa? Es que ya me imagino la carta de despido: "Te echamos por gorda". Evidentemente, eso es una fantasía. Habrán buscado cualquier excusa ridícula para despedirla. Me da igual la marca que sea. ¿En tiendas de ropa se vende ropa (perdón por la redundancia) o "tías buenas"? ¿Quién ha dicho que una chica con unos kilos de más no puede ser guapa?

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