Pero, ¡ERROR!, algo falla, todo se acaba. Ya no piensas que es perfecto y, mucho menos, ya no te planteas que solo esa persona pueda hacerte feliz. ¿Cómo puede hacerte feliz alguien así?
Ni hace falta decir que ahora sus gestos te parecen exagerados, que las palabras que salen de su boca se asemejan más a los mugidos de una vaca, que sus guiños le hacen quedar como una persona chula y creída. Ya no ves nada bueno en alguien así.
¡Un momento! ¿Qué ha cambiado tanto? Muy simple: sientes que esa persona te ha hecho daño, que ha jugado contigo, te ha dejado el corazón roto... Y es que valoramos a las personas por su actitud con nosotros. Si alguien nos ha hecho daño, la tachamos de mala; si alguien es amable con nosotros, la tachamos de buena. Todos, y aquí no se salva nadie, seremos buenos, malos, cabrones, adorables, tiernos, hijos de puta... Dependiendo de las vivencias que todas esas personas hayan tenido con nosotros.
Por lo tanto, no todo es blanco o negro. Por suerte, existen muchas tonalidades de grises donde todos, o casi todos, estamos en continuo movimiento.
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